Proxys
En la zona roja, no todos los que disparan lo hacen por decisión propia. No todos los que odian saben realmente por qué lo hacen. A veces, el cuerpo está presente, pero la voluntad ha sido suplantada.
Durante mi último viaje a Palestina, mientras recorría el territorio, vi cómo la violencia se ejecuta como un guion. Cómo las personas se convierten en piezas, intermediarios, proxies. Un proxy no es simplemente un sustituto: es un rostro humano operando bajo una lógica que no le pertenece. Es la simulación de libertad en un contexto donde ya no queda elección. Es una voz que grita lo que otros quieren que se escuche.
Las redes, los discursos y las armas terminan por alinearse, alimentando el marketing de la guerra, convirtiendo los cuerpos en dispositivos útiles para una narrativa que no controlan. Y cuando la autonomía se pierde, lo único que queda es el impacto: fuego, miedo, odio y muerte.
Estas imágenes no intentan ofrecer respuestas ni soluciones. Solo plantea una pregunta tan incómoda como necesaria:
¿En qué momento dejamos de ser nosotros mismos?
¿Por qué fui a Palestina?
Para romper un paradigma es necesario entenderlo y experimentarlo en carne propia.
No fui para opinar. Yo solo soy una fuerza de la naturaleza que pasa y observa, algo temporal. Pero la injusticia reforzó mi voluntad de seguir documentando, de seguir buscando lo mejor de la humanidad, buscar la verdad.
Creo profundamente en que el poder de la imagen no tiene límites: una imagen que no construye, destruye.
Estas imágenes existen para recordarlo.
Dheisheh, Bethlehem

Este campo de refugiados fue creado en 1949 para albergar a 1500 personas expulsadas de más de 45 pueblos. Hoy viven al menos 15.000.
Sus habitantes, cansados de las precarias estructuras de la UNRWA, construyeron sus propias viviendas. El campamento carece de espacios públicos adecuados: los niños juegan entre concreto, autos y cables. El agua y la electricidad son escasas; los tanques en los techos son una necesidad cotidiana.

Dheisheh, Escuela para chicas.

Desconozco su nombre y edad. Caminando me intercepto y me mostró un afiche con 5 retratos. Lo que si pude entender fueron sus gestos sugerentes de como terminaron estas personas. Posterior a eso, tocó mi cámara y me pidió una fotografía.
Afiches de raptos. La violencia normalizada entre los niños.
Jenin, Stencil de Leila Khaled.

Figura revolucionaria Palestina. El 29 de agosto de 1969, participó en el secuestro del vuelo TWA 840 rumbo a Tel Aviv, desviado a Damasco. Nadie resultó herido, pero la aeronave fue parcialmente destruida tras evacuar a los pasajeros. Luego se sometió a múltiples cirugías para cambiar su rostro. El objetivo era el embajador de Israel en Estados Unidos, sin embargo, este no se encontraba en el vuelo.

Stencils de mártires y revolucionarios con ideales comunistas se encuentran plasmados a lo largo de todo el territorio palestino.
Hojas de contacto, conjunto de fotografías de Hebron, Bethlehem y Jenin

Fotografías enterradas en mis archivos fotográficos, nunca antes publicadas por respeto a mis nuevos amigos, quienes con confianza compartieron e incluso abrieron las puertas de sus casas.
¿Cómo compartir lo mejor del ser humano en un mundo en cuál el odio y el amarillismo entretienen, premian y sacia la sed de los sensacionalistas atrapados en una rutina que no les permite ver más allá de una pantalla?
Knafeh en Hebron
El Proxy como Simulación de Autonomía
Un proxy no es solo alguien que actúa por otro. Es una forma de ocultar el origen del poder. En la era digital, esto significa que creemos estar decidiendo, opinando o reaccionando libremente, pero en realidad estamos siguiendo guiones preestablecidos, diseñados por algoritmos, actores políticos, ideologías o intereses económicos.
Esto se vuelve aún más peligroso cuando no lo notamos. El proxy se vuelve eficaz cuando el sujeto no se da cuenta de que ya no es el autor de su propia voz.
Redes Sociales: Simulación de Libertad, Fabricación de Odio
En las redes sociales, esta lógica se multiplica.
Cada vez que alguien comenta con furia, cada vez que se viraliza una opinión incendiaria, hay una alta posibilidad de que esa reacción no haya nacido de una reflexión libre, sino de:
Cada vez que alguien comenta con furia, cada vez que se viraliza una opinión incendiaria, hay una alta posibilidad de que esa reacción no haya nacido de una reflexión libre, sino de:
Algoritmos que amplifican contenido polarizante, porque genera más interacción (odio = clics = ingresos).
Bots o cuentas anónimas que actúan como proxies para intereses geopolíticos o comerciales.
Dinámicas tribales donde las personas se ven obligadas a tomar partido, incluso sin comprender del todo por qué o contra quién.
Esto no es solo manipulación informativa. Es una colonización de la voluntad.
La gente cree que está defendiendo una causa, pero muchas veces está siendo usada para empujar la agenda de otro, que nunca se muestra. Como un proxy de odio, el usuario cree estar en control, pero en realidad es una pieza útil en una guerra ajena.
¿Por qué alimenta el odio?
Porque el odio es un recurso fácil, barato y contagioso.
Y lo más trágico: da la sensación de poder, justo cuando más se ha perdido el control.
Y lo más trágico: da la sensación de poder, justo cuando más se ha perdido el control.
El sujeto enfurecido en redes siente que está luchando por algo propio.
Pero ha sido puesto allí. Ha sido posicionado.
Pero ha sido puesto allí. Ha sido posicionado.
Y cuando el enfrentamiento se vuelve personal, emocional, visceral, la posibilidad de pensamiento crítico se anula. Ya no hay diálogo, solo reacción. La conversación desaparece y lo que queda es fuego.
En redes sociales, muchos actúan como proxies del marketing de la guerra:
Reproducen agendas que no comprenden, defienden ideas que no nacieron de ellos, atacan a personas que no conocen, todo bajo la ilusión de libertad.
Pero si no vigilamos, qué nos mueve, quién nos empuja y por qué reaccionamos…
entonces ya no somos nosotros.
entonces ya no somos nosotros.
Solo quedamos como ecos disfrazados de voces.
Pantalla y Mentira
Confronto el modo en que la guerra es empaquetada, vendida y digerida desde la distancia. No hay sangre en las pantallas. Solo narrativa. Solo estética. Solo poder disfrazado de información.
Mientras los cuerpos caen, las marcas y fabricas imprimen banderas para la venta al por mayor.
Mientras las casas se reducen a polvo, los discursos se polarizan para entretener y enganchar.
Mientras las casas se reducen a polvo, los discursos se polarizan para entretener y enganchar.
La única forma de romper el ciclo es salir del marco, dejar de consumir imágenes y empezar a caminar el mundo.
Viaja. Observa. Vivir y no dejarse vivir.
Solo así dejarás de ser parte del problema.